La administración de riesgos es una responsabilidad compartida. Todos somos gerentes de riesgos porque cada uno tenemos un papel que desempeñar respecto a ellos, y nuestra participación activa puede marcar una diferencia significativa.
Por Alejandro Asenjo Consultor en Estrategia Organizacional en TRANSFORMATIO | Emprendimiento y Transformación
Corría el año 2007, y apenas comenzábamos a recuperarnos del impacto de la crisis política, económica y financiera argentina de 2001, cuando nos dimos cuenta de que detrás de aquella ola que habíamos surfeado con tremendo esfuerzo, venía otra mayor, perfecta y global.
Se avecinaba una de las cinco peores crisis financieras que el mundo ha experimentado, provocando recesión con pérdidas billonarias en dólares para toda la economía. La verdad es que, en aquel entonces, sobre todo al principio, no éramos muy conscientes de ello.
Recuerdo que en una recorrida por bancos de primer nivel, donde resguardábamos nuestras posiciones en el exterior, a efectos de evaluar el impacto del fenómeno, solo unos pocos nos reconocieron su vulnerabilidad ante la circunstancia. Habían adoptado los paliativos factibles y nos dimensionaron la gravedad del "nuevo crack" con expresa reserva de efectos colaterales absolutamente inciertos. El resto de las entidades solo nos comentaban que seguramente sería algo superable a corto plazo, que confiáramos en su experiencia centenaria, su solvencia y en la "infalibilidad" de su sistema de administración de riesgos.
El final de la historia indicó que solo unas pocas instituciones sobrevivieron dignamente a aquel tsunami, tal vez un ícono de lo que no debiera hacerse nunca en materia de administración de riesgos financieros. Y fueron precisamente aquellas que nos habían blanqueado su situación, mientras que todos los otros desaparecieron absorbidos por colegas, fueron rescatados por el sistema o tuvieron que reestructurar severamente su modus operandi.
En una de esas reuniones, un CEO de esas entidades financieras nos dijo algo que me quedó grabado: "En el fondo hay un asunto que nos iguala, ya que cualquier empresa, de la industria que fuere, lo que hace en esencia es administrar riesgos. De mercado, financieros, operacionales, pero también ambientales, tecnológicos, reputacionales, por citar algunos. La impericia en su gestión en cualquier ámbito de la organización no solo socava la confianza sino que puede generar daño significativo. Todos los colaboradores de cualquier compañía anhelan ser gerentes de la misma, pero no saben que ya lo son, porque un café frío te hace perder un negocio millonario, o una recepcionista malhumorada hace huir al mejor cliente."
Esta experiencia nos dejó una lección imborrable con un aprendizaje doloroso sobre la importancia de la administración de riesgos. No es solo una cuestión de cifras y proyecciones; es, en última instancia, una cuestión de transparencia, previsión y responsabilidad compartida. En cualquier emprendimiento, todos nosotros, de una manera u otra, actuamos como administradores de riesgos, aunque no siempre seamos conscientes de ello.
Cada decisión que tomamos y cada acción que ejercemos influye en el perfil de riesgo de nuestra organización. Basta considerar, por ejemplo, las operaciones diarias. Un empleado que maneja maquinaria puede notar una pequeña falla que, si se pasa por alto, podría resultar en un accidente grave. Su atención y disposición a informar sobre esa situación no solo previenen un potencial desastre, sino que también demuestran su papel activo en la gestión de riesgos.
De igual manera, el cumplimiento de políticas y procedimientos internos no es meramente una cuestión burocrática o formal. Al adherir y practicar estas normas, cada empleado está ayudando a proteger a la empresa contra riesgos legales y regulatorios. Es un acto de responsabilidad y compromiso que, aunque pueda parecer aburrido y rutinario, tiene un impacto significativo en la integridad y reputación de la organización.
En la era digital, la seguridad de la información es otro ámbito donde todos tenemos un rol crucial. Desde el uso prudente del correo electrónico y redes sociales, hasta la protección de contraseñas, cada uno de nosotros contribuye a la salvaguarda de la empresa contra ciberamenazas o extorsiones virtuales. Estas acciones cotidianas, aunque a veces parezcan triviales, son la primera línea de defensa en un mundo donde la información es uno de los activos más valiosos.
Por último, la innovación y la mejora continua son esenciales para la adaptación y el crecimiento en un entorno empresarial cambiante. Cuando proponemos nuevas ideas o sugerimos mejoras, estamos ayudando a la empresa a anticipar y gestionar futuros desafíos. Es un recordatorio de que la administración de riesgos no solo trata de evitar problemas, sino también de aprovechar oportunidades.
"Administrar riesgos no es solo mitigarlos- decía aquel prestigioso profesor universitario - eso es media verdad que es igual a una mentira. Correr riesgos es inherente a cualquier emprendimiento, entonces la pericia en su administración consiste en saber elegir cual tomar porque es conveniente hacerlo, y cual ceder o evitar ya que su permanencia es inconveniente". Para cerrar su concepto ejemplificando con su metáfora del tenista amateur veterano: "Si tirás todas las pelotitas al centro, salvo que el otro se equivoque, probablemente no ganes el partido, pero podés decidir intentar ponerla más cerca del fleje cuando te venga cómoda para tu derecha. La idea es mantenerte en juego porque de eso se trata. Siempre es más conveniente manejar el riesgo a que el riesgo te maneje a vos"
La administración de riesgos es una responsabilidad compartida. Todos somos gerentes de riesgos porque cada uno tenemos un papel que desempeñar respecto a ellos, y nuestra participación activa puede marcar una diferencia significativa. Al hacerlo, no solo protegemos a nuestra empresa, sino que también contribuimos a su éxito y prosperidad a largo plazo. Las empresas por su parte además deben invertir en la formación para la adecuada gestión de sus riesgos, si no lo hicieran no importa cuál sea su negocio: siempre será un negocio de riesgo.
Artículo originalmente publicado en TRANSFORMATIO