El Gobierno apuesta todo a la desinflación y posterga la liberalización cambiaria.
El Gobierno mantuvo en agosto su plan económico sin cambios, enfocado en sostener el superávit fiscal y la devaluación administrada con cepo e intervención en los dólares financieros, priorizando la reducción de la inflación y la contención de la brecha por sobre la normalización del mercado cambiario. No obstante, la desaceleración inflacionaria empieza a encontrar resistencias y se mantiene por encima de las tasas de interés y muy lejos del ritmo devaluatorio, impidiendo que se cumpla la tercera condición para levantar el cepo. Esto hace que el tipo de cambio continúe apreciándose y complique el frente externo, aumentando la presión sobre las reservas. Para mantener la estrategia, el Gobierno necesita financiamiento y para obtenerlo debe liberalizar el mercado cambiario, siendo la baja del impuesto PAIS a partir del 1° de septiembre un paso en ese sentido, que reducirá significativamente la recaudación y comprometerá el superávit, pero buscará consolidar la desaceleración inflacionaria.
La inflación aceleró en agosto al 4,2%, por encima de todas las proyecciones del mercado, acumulando 94,8% en 8 meses y 236,7% en 12. La Inflación núcleo se aceleró por segundo mes consecutivo a 4,1%, mientras que los precios regulados aceleraron a 5,9%, dados los aumentos de tarifas en el mes. Tal como se viene dando en los últimos meses, los servicios volvieron a avanzar por encima de los bienes, 6,5% y 3,2% respectivamente. La inflación de agosto mostró que, pese al ajuste fiscal y al torniquete monetario, persisten factores que impiden perforar el 4% de inflación mensual núcleo. El foco está en la inflación núcleo y no en la general dado que los ajustes de precios relativos, en especial los regulados, impactarán sobre el IPC general durante unos meses más. Los datos de inflación nacional del período mayo-agosto la ubican en un promedio del 3,8%, mientras que los datos de alta frecuencia sugieren que, en el inicio de septiembre, habría habido una marginal aceleración respecto al cierre de agosto.
Si bien la incipiente recomposición de salarios y jubilaciones ha mejorado en el margen el poder de compra de los hogares, la actividad económica aún no muestra señales claras de recuperación. En junio, la actividad retrocedió 0,3% mensual y 3,9% interanual, destacándose el sector agrícola que experimentó un fuerte aumento del 82% gracias a la base de comparación, influenciada por la histórica sequía del año pasado, mientras que el resto de las actividades registraron una caída promedio cercana al 9%. De esta manera, la economía cerró la primera mitad del año con una caída del 3,2% respecto del primer semestre de 2023, mientras que, si se compara con agosto de 2023 (máximo anterior), la contracción supera el 6%, con una muy fuerte caída de la construcción, la industria y el comercio. Para el mes de julio, los primeros indicadores muestran signos de mejora, sugiriendo que la actividad económica podría haber alcanzado un piso y que estaría rebotando, aunque en forma débil y heterogénea.
A pesar del persistente superávit comercial, al BCRA le resulta cada vez más difícil acumular reservas internacionales para revertir el saldo negativo de las netas. Esto se debe a que, bajo el esquema de un dólar blend, el 20% de las exportaciones no se liquidan en el mercado de cambios sino en el financiero, mientras que los pagos por importaciones continúan aumentando a la par del rebote de la actividad económica y la regularización de los pagos, reduciendo el saldo comercial "caja" que, aunque positivo, es cada vez menor. A esto se suman los pagos por servicios reales y financieros y los pagos de deuda en moneda extranjera. En este contexto, el saldo del balance cambiario es deficitario y, si no hay cambios, en los próximos meses se podría agudizar, consolidando al BCRA como vendedor neto de divisas. En este contexto, se suman los vencimientos de deuda soberana del sector público y de los BOPREAL, lo cual podría deteriorar aún más la dinámica de las reservas netas hacia un saldo negativo de más de USD10.000 millones.
Más allá del impulso financiero de agosto, en el corto plazo persiste la cautela. Principalmente porque, a pesar del blanqueo, se perfila un septiembre muy flojo en términos de reservas, lo que complica la capacidad de pago de la deuda en 2025. A esto se suma que el Gobierno todavía no giró a Nueva York los fondos para cubrir el pago de intereses de enero y tampoco parece tener acordado el préstamo con bancos privados. Además, el contexto global no favorece a las monedas emergentes y a los commodities agrícolas, con el real en máximos y la soja en mínimos. Bajo un contexto de tanta presión cambiaria, para reducir el riesgo país de manera significativa, el Gobierno necesitará construir un sendero creíble de acumulación de reservas. En este sentido, la unificación cambiaria podría ser determinante: devolvería competitividad al tipo de cambio, facilitaría el ingreso de capitales y permitiría levantar restricciones que debilitan la acumulación de reservas, como el dólar blend y las intervenciones en los dólares financieros.
Contra todas las proyecciones del mercado, la publicación del dato de inflación del mes de agosto mostró que el incremento mensual se está estabilizando en niveles muy elevados y que la inercia no se termina de quebrar, haciendo que los rendimientos de tasa fija sigan por debajo de la inflación, si bien existen en el mercado algunos instrumentos que rinden en torno a la evolución del nivel general de precios. Por otra parte, comienzan a postergarse las expectativas de un posible salto devaluatorio de la moneda, con lo cual, sin grandes cambios en las dos grandes variables que dominan al mercado financiero, la estrategia de la cartera se centró en sumar posición en tasa fija para el corto plazo y optimizar la porción bajo cobertura inflación en el tramo medio.