Horacio BOTTA BERNAUS vuelve a reflexionar más profundamente sobre la educación vial y los desafíos futuros.Utilizando la experiencia de más de 30 años impartiendo talleres, charlas, cursos y conferencias destinadas a formar en los saberes que la seguridad vial requiere para prevenir los siniestros viales.
En primer lugar, me pregunté si era conveniente seguir hablando de educación vial, atento a que ese término se vincula con mucha fuerza a la educación formal o escolar, o si podría resultar más conveniente formación vial, en donde además se incorpora la educación no formal y la informal.
Me incliné por la segunda opción, pues recordé las importantes acciones formativas lideradas por empresas, organismos del estado, asociaciones, fundaciones y organizaciones de la sociedad civil que, desde su visión y experiencia en la materia, aportan conocimientos y herramientas interesantes para completar la capacitación indispensable para disminuir el riesgo de participar en un siniestro vial.
Por otra parte, mientras más integrantes de la comunidad se vinculen a la cruzada contra las tragedias viales, mejores resultados obtendremos en esta pandemia que no deja de generar dolor.
En esas publicaciones, en forma coincidente, se infiere que la educación vial se ocupa de la formación integral de los conductores, no existiendo referencias respecto de los otros usuarios del tránsito, es decir a peatones y pasajeros. Pareciera que los siniestros viales solo se producen por la acción individual de los conductores de vehículos.
Estoy convencido que la formación vial comienza mucho antes de que una persona se decida a tramitar su licencia para conducir un vehículo por la vía pública. Podríamos decir que, desde la manera en que se traslade al recién nacido en su primer viaje desde el hospital a su morada, ya surge la necesidad de involucrar a los padres en decisiones seguras que lo protejan desde ese momento inicial de su vida en sociedad.
Esperar hasta los 17 o 18 años para comenzar un proceso educativo integral, es dilapidar tiempos demasiado valiosos, sobre todo si miramos los datos de la OMS que indican los siniestros viales constituyen la 2da causa de muerte no natural entre los niños de 5 a 14 años.
Pero ese dato que involucra a esos niños proporciona también una orientación en la temática que debe abordarse en su formación vial, priorizando los roles que en esa etapa de la vida pueden cumplir al desplazarse por la vía pública, siendo primero transportados o pasajeros, después peatones y finalmente conductores, que en esa etapa solo pueden ser de bicicleta. No sería conveniente, incluir en estas edades, la temática vinculada con la conducción de automotores (hablar de consumo de alcohol u otras drogas en la conducción, significado de las señales de tránsito o las prácticas seguras de manejo).
Una formación vial integral, apunta a formar no solo el rol de conductor seguro, sino también y previamente, el de peatón y pasajero o transportado. La seguridad en la movilidad debe incluir todas las formas que utiliza la persona para desplazarse por la vía pública, pues de una buena interacción de ellas, nace una convivencia armónica y segura, que impactará en una menor siniestralidad vial.
Como decíamos en una nota anterior “La formación permanente de prácticas seguras en el tránsito constituye una medida eficaz en la prevención de los siniestros, pues son las conductas humanas sus causas más frecuentes”, y tanto las cometen conductores, como peatones y pasajeros.
Resulta también importante, que la formación vial cuente con profesionales no solo compenetrados en los saberes propios de la disciplina, sino fundamentalmente que, estén debidamente formados para para definir una pedagogía adecuada, que incluye la selección de contenidos y su adaptación a cada auditorio, la definición de materiales y la confección de herramientas de evaluación que permitan determinar el éxito o no de la propuesta educativa. No se puede improvisar la formación vial solo basándonos en el conocimiento de los pormenores de la seguridad vial, sobre todo por los grandes cambios que los intereses y características de las nuevas generaciones.
Una formación vial de excelencia debe romper los viejos mitos que, por repetidos, no han resultado demasiado exitosos, tales como, por ejemplo:
Un tema importante y decisivo en la prevención de los siniestros viales, es la formación sobre los riesgos del tránsito y la forma de enfrentarlos, acercando al educando, en forma amigable y lenguaje simple, consejos y pautas de seguridad, con especial atención a sus fundamentos y objetivos (el porqué y el para qué), pues ello nos asegura que los tendrán presentes no solo desde su memoria sino también desde su razón.
A esta altura de mis pensamientos, me parece importante transmitir los principios en los que entiendo que debería fundarse una formación vial que pueda resultar eficiente en su cometido de salvar vidas. A saber:
1)- PROFESIONAL: Que sea formación en la temática vial, no implica considerar que estemos frente a una hermanita menor de la Educación en general. Debemos bregar por incorporar docentes con conocimientos suficientes en seguridad vial y en las técnicas pedagógicas para su dictado, que puedan asegurarnos la comprensión de la temática y su incorporación como hábitos seguros permanentes;
2)- IGUALITARIA: Para lograr una movilidad fluida y segura, todos los ciudadanos deben poder acceder a una formación vial en igualdad de condiciones, que les permita compartir lenguajes, normas de circulación, conocimientos sobre los riesgos y las buenas prácticas que prevengan los siniestros viales.
3)- CONTEXTUALIZADA: Con frecuencia observamos deficiencia importante en la formación vial, que consiste en trabajar sobre contenidos que no respeten el contexto en donde se imparte o se repliquen saberes desarrollados en otras realidades o entornos. Debe educarse teniendo muy presente la normativa del lugar, su realidad, los usos y costumbres e incluso los lenguajes que faciliten la asimilación de los contenidos.
Es inteligente abrevar en las prácticas exitosas de otros países, como una forma de abrir el pensamiento y generar buenas ideas, pero es importante no repetir experiencias sin adecuarlas al contexto con el que se trabaja.
4)- CONTINUA: Una capacitación por año es absolutamente insuficiente, como así también repetir actividades formativas sin coordinación o vinculación. La prevención de los siniestros viales requiere un proceso formativo que logre la automatización de conductas seguras, tanto como peatones, pasajeros o conductores de vehículos-
5)- PROGRESIVA: Es el complemento del principio anterior y requiere una planificación que es de uso habitual de un docente y que requiere siempre un punto de partida de las temáticas, contenidos y estrategias pedagógicas y la concatenación progresiva a medida que se avanza en la formación del alumno o destinatario. Esa progresividad también se vincula a la edad, entorno y características de la movilidad en cada lugar.
6)- MOTIVACIONAL: Los saberes que aporta la seguridad vial necesitan un estímulo para su incorporación y puesta en práctica, y es la idea que con ellos nos preparamos para la tarea más digna que es preservar la vida y la calidad de esa vida. Resulta muy valiosa una formación vial que estimule el deseo permanente de adquirir nuevos conocimientos para garantizar la vida y disfrutar de una movilidad segura.
No resulta gratificante ni ha demostrado resultados positivos que perduren en el tiempo, que se use casi indiscriminadamente como soporte de la formación vial las imágenes de dolor, muerte o imágenes mórbidas como una manera de lograr la incorporación de hábitos seguros en el tránsito. Tampoco la amenaza de sanciones o graves pesares para el infractor. Lo que sí funciona, desde la experiencia práctica, es una seguridad vial basada en preservar y amar la vida, la integridad física y la posibilidad de disfrutar los seres queridos observando las conductas viales seguras que nos han inculcado.
7)- CREATIVA: Es muy común observar a los docentes solicitando material para el dictado de charlas o clases de educación vial. Ello implica, en muchas ocasiones, que terminen utilizando contenidos que no corresponden al ordenamiento legal vigente en su comunidad o enseñando prácticas descontextualizadas que puedan generar efectos contrarios al deseado, que es la enseñanza de conductas seguras en el tránsito.
Un docente de profesión tiene como impronta de su profesión, la producción de su propio material de apoyo, el desarrollo de los contenidos más apropiados y una constante evaluación del proceso de enseñanza-aprendizaje. Si todo ello lo aplica en la educación o formación vial de sus alumnos, los resultados serán mucho más efectivos de lo que hemos observado hasta el momento.
Los grandes aportes que ha generado la seguridad vial serán una bendición para la humanidad en la medida que una formación vial humanizada e inteligente convenza a cada ciudadano que, con su compromiso y decisión, las tragedias viales pueden y deben ser evitadas.
Horacio BOTTA BERNAUS