“¿A ver si explota?”: la historia del “invento” del camionero que quemó 119 hectáreas en Córdoba por $ 500 mil

Esperaba para cargar maíz en su camión, en la localidad de Ordóñez. Con su accionar, incendió 24 silos bolsa, dos campos y esas más de 100 hectáreas. Fue condenado a tres años de ejecución condicional.


Esperaba para cargar maíz en su camión, en la localidad de Ordóñez. Con su accionar, incendió 24 silos bolsa, dos campos y esas más de 100 hectáreas. Fue condenado a tres años de ejecución condicional.



Un increíble hecho acontecido en el año 2010 ha tenido sentencia. La ociosidad es madre de todos los vicios”, dice un famosísimo refrán. Pero, a veces, la realidad supera con mucho cualquier adagio y termina por solidificarse en un delito. Un camionero formoseño fue sentenciado a tres años de prisión condicional por incendiar y ocasionar daños de 119 hectáreas, dos campos y 3.770 metros de alambrados perimetrales en Ordoñez, un pequeño poblado situado 228 kilómetros al sudeste de la ciudad de Córdoba.

El increíble episodio que desencadenó un avance arrasador de las llamas, destrozos, alarma y movilizó a la Policía y los bomberos encontró su génesis en la ociosidad.

La tarde del 5 de mayo de 2010, Edgardo Ramón Acosta (34) esperaba por la carga de maíz a granel en el camión Wolkswagen que estaba a su cargo en un lote del Comando de Remonta y Veterinaria Establecimiento General Paz, del Ejército, a la altura del kilómetro 153 de la ruta provincial 6.

Por entonces, el predio estaba alquilado a Claudio Luis Nebbia, de la firma Porcimonte SA. La espera por la carga le dio margen de tiempo suficiente a Acosta para articular un “invento” casero. Le solicitó al encargado de la casilla del lugar que le cargara agua caliente en una botella plástica que el camionero tenía.

Luego, Acosta colocó dentro tres o cuatro pastillas de insecticida (gorgojicida de la marca Fumigas), conocida como “Potosí”. Mientras los minutos pasaban, atinó a decirle al encargado: “Voy a ver si hago un invento. Me dijeron que si pongo una (por las pastillas “Potosí”) en una botella con agua… a ver si explota”.

Arrojó la botella muy cerca del rastrojo de maíz cosechado, a unos 10 metros incluso de otro camionero. Contó que él se encontraba tomando mate junto a otros choferes aguardando su turno para concretar la carga de cereales cuando observó la secuencia.

El camionero testigo terminó la carga y puso en marcha su camión. A algunos metros, observó que sobre un campo se levantaba una gran nube de humo y una ola de fuego. Declaró que, en ese momento, Acosta apareció en su camión y le dijo: “Debe haber sido por la botella. Dale nomás, vamos”. Y ambos se retiraron en los vehículos.

El encargado de la casilla contó que una vez que Acosta se retiró con la carga de maíz, escuchó unos gritos que alertaban sobre el fuego en proximidades de los bolsones, que terminó sumiendo a todos en la desesperación para intentar sofocarlo.

Pero los improvisados esfuerzos fueron estériles. En apenas minutos, el principio de incendio por la explosión del “invento” rápidamente se propagó hacia bolsones con maíz, con el aditamento negativo del viento norte que terminó por desencadenar la voracidad y el descontrol.

CASI MEDIO MILLÓN

Ardieron 24 silos bolsas, 20 rollos de alfalfa y 119 hectáreas de rastrojo de maíz y soja y maíz en pie.

La reacción en cadena dañó 3.770 metros de alambrados perimetrales de tres lotes del Ejército y afectó dos campos: uno de la firma Oscar Cenzon e Hijo y otro de Gustavo Rogelio Cervigni, ambos ubicados a 22 kilómetros al sudoeste de Ordóñez.

Los efectivos de la comisaría llegaron inmediatamente al lugar y comprobaron la quema de un silo bolsa. Ante la premura, convocaron a los bomberos, aunque la magnitud del foco obligó a los bomberos de la localidad de Pascanas a intervenir.

Tras una trabajosa tarea, por la dimensión de la zona afectada y el humo imperante, lograron sofocar las llamas que, a esa altura, ya habían arrasado con los cultivos.

El camionero huyó del lugar, pero a los pocos minutos, la Policía logró detenerlo, y secuestró la botella de plástico con un líquido viscoso en su interior.

Presentaba signos de haber estallado, con quemaduras en su parte posterior y una rajadura en forma transversal de tres centímetros de longitud. También incautaron un tarro de aluminio con la inscripción “Fumigas”.

Los daños en los lotes del Ejército en los cultivos de maíz y soja, la destrucción de rollos de alambre, postes de quebracho llegó a poco más de 463 mil pesos.

COMBINACIÓN

El informe de la Dirección de Bomberos precisó que el insecticida utilizado -diseñado, por ejemplo, para aplicaciones en silos, almacenes con grano a granel y carros de ferrocarril- se corresponde con el fosfuro de aluminio, uno de los plaguicidas más peligrosos.

Al entrar en contacto con el aire, libera un gas fosfina, muy tóxico para el organismo.

La reacción del fosfuro de aluminio con la humedad atmosférica produce el gas fosfina, provocando una reacción exotérmica y violenta.

El fosfuro de aluminio además reacciona fácilmente con el agua, produciendo gas fosfuro de hidrógeno, que puede incendiarse espontáneamente en el aire a concentraciones por arriba de su bajo nivel de explosividad, según el documento que analizó la jueza Carolina Prado, del Tribunal Federal Oral N°1. La Policía Federal también fue coincidente con las conclusiones de Bomberos.

“Los testimonios recabados en la causa permiten afirmar que Acosta tuvo conocimiento de la naturaleza y aptitud destructiva del medio empleado (lo que incluso manifestó a otra persona) y, con ese conocimiento, tuvo la voluntad de emplearlo”, afirmó la magistrada.

Al imponer la pena en el juicio abreviado acordado entre el fiscal General, Maximiliano Hairabedian, y el camionero, la jueza ponderó como atenuantes la edad de Acosta en ese momento (24 años), el tener a cargo a una hija, el grado de instrucción (secundario incompleto), el empleo permanente como transportista y su colaboración.

Finalmente, condenó al chofer radicado actualmente en Entre Ríos a tres años de ejecución condicional como autor del delito de incendio y estrago.

(Fuente: La Voz)